- Porque su origen carece del más mínimo grado de transparencia. El proyecto fue cocinado a espaldas de la ciudadanía, siendo presentado a la luz pública cuando ProCDMX junto al inversionista, el constructor, el administrador del centro comercial y el equipo de arquitectos –todos designados en un proceso legalmente válido pero escasamente transparente- ya habían decidido programa, partido arquitectónico y modelo de negocio.
- Porque no hubo concurso público de arquitectura. Una cosa es que la ley faculte a ProCDMX a asignar directamente el proyecto, y otra muy distinta es que la obligue a ello. En un proyecto de esta magnitud, que afecta 10 hectáreas que son de todos, el concurso de arquitectura no es opción, sino obligación, por un asunto de transparencia y búsqueda de la excelencia arquitectónica. Al asignar a dedo, la ciudad pierde la posibilidad de elegir entre múltiples opciones, debiendo conformarse con lo que salga de la mano…
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